Después de un verano muy soporífero para los mercados, parece que por fin se vuelven a animar, que regresa la volatilidad, que hay cosas que contar. El viernes el S&P’s 500 se hundió un 2.45%. La culpa fue de Eric Rosengren, el presidente de la Fed de Boston, que puso a los mercados nerviosos al advertir que la economía estaba lista para soportar alzas graduales en las tasas. Tras el susto del viernes, cuando Wall Street tuvo su peor caída desde el “Brexit”, ayer los mercados rebotaron y el S&P’s 500 ganó un 1.47%. El causante también fue un alto funcionario de la Fed, la gobernadora Lael Brainard, quien no mostró ninguna urgencia por elevar las tasas y dio argumentos en contra para hacerlo en septiembre.
Por tanto, el mercado anda obsesionado con una cosa: cuándo la Fed volverá a subir las tasas, en caso de lograrlo. Tras Brainard, empezó el período de silencio de los funcionarios de la Fed la semana antes de reunirse. Así, el 20 y 21 de septiembre habrá reunión de la Fed y no habrá ruido por parte de los altos funcionarios, quienes parecen bastante divididos. Sin embargo, parece ganar el frente que está en contra de subir las tasas. Así lo ha leído el mercado: según los futuros de los fondos federales, la probabilidad de una subida de tasas en septiembre es de sólo el 22%, y sólo incorporan un incremento de 25 pbs hasta diciembre (56.8%).
Sin embargo, y pese a que la Fed no entró hoy en juego, la volatilidad persistió y Wall Street volvió a desbarrancar. Al cierre el Dow Jones bajaba un 1.41% a los 18,066.75 pts y el Nasdaq un 1.09% a los 5,155.25 pts. El S&P’s 500, por otro lado, perdía un 1.48% a los 2,127.02 pts. Tan poco se ha movido el mercado durante el verano que en estos niveles, el S&P’s 500 se ubica en el nivel más bajo desde el 7 de julio.
¿Qué es lo que hoy les hizo caer? Fundamentalmente, el petróleo. El barril de WTI se hundió un 3.0% y el del Brent un 2.52% a los 47.10 dólares. El petróleo perdió terreno luego de que la Agencia Internacional de Energía (IEA por sus siglas en inglés) pronosticara que el exceso de oferta petrolera se prolongará durante el 2017 al desacelerarse la demanda de crudo a un ritmo más rápido de lo esperado. En consecuencia, el sector de energía fue el peor de la jornada, al perder un 2.9%. Aun así, todos los sectores del S&P’s 500 retrocedieron, y en el Dow Jones todas las empresas del índice bajaron, lideradas por Chevron (NYSE:CVX) (-2.8%) y Exxon Mobil (NYSE:XOM) (-2.4%) salvo Apple (NASDAQ:AAPL), que ganó un 2.4%.
La caída del precio del petróleo junto con las dudas sobre el paquete fiscal recién presentado afectó al peso mexicano: la divisa mexicana se depreció un 1.45% a los 19.086 pesos por dólar, y fue la segunda peor divisa de entre las más negociadas sólo superada por el real brasileño (-2.0%).
A su vez, el mercado está confuso sobre las dudas que han vertido en otros bancos centrales sobre las ventajas que tiene el continuar con unas políticas de estímulo económico muy heterodoxas, como la compra de activos o las tasas de interés negativas.
Junto con las bolsas, perdieron terreno también tanto los bonos como el oro, lo que significa que no hubo rotación de capitales, sino que los inversionistas prefirieron vender en toda la categoría de activos, sin buscar en esa oleada de ventas un refugio seguro, como si todo estuviera caro y los inversionistas buscaran efectivo, dinero contante y sonante. Según una encuesta de Bank of America (NYSE:BAC), el porcentaje de inversionistas que afirmaron que todo estaba caro, tanto las acciones como los bonos, alcanzaron un récord. Hoy la tasa del bono de 10 años se incrementó en 6 pbs a 1.73% en tanto el oro se depreció un 0.7%.
Por tanto, los inversionistas están muy cautos. Saben que estos mercados están caros y no se atreven a subir más alto, a sabiendas de que ante cualquier osadía la Fed reaccionará subiendo las tasas de interés. Pero al mismo tiempo, tampoco ven una recesión a la vista. Y así no saben para dónde tirar.