Escala la tensión entre Estados Unidos y China

Publicado 27.02.2017, 06:32 a.m
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(Artículo redactado por Jim Rickards)

En la era Trump, el gobierno estadounidense comienza a tejer lazos con Moscú y se profundizan las diferencias con el país más poblado del planeta. ¿Cómo reaccionará China ante este escenario?

Los problemas de China no son solo externos. El gigante asiático está en medio de una lucha política interna alrededor de los esfuerzos del presidente Xi para ser el líder chino más poderoso desde Mao Zedong.

El primer término de cinco años del presidente Xi acaba en marzo de 2018. Seguramente será reelegido pero se ha alejado de la tradición y todavía no ha apuntado a ningún potencial sucesor para la transición en 2023. Algunos temen que la ambición de Xi sea obtener un tercer término hasta 2028.

Xi también ha hecho una "campaña anti-corrupción" que ha terminado arrestando convenientemente a dos de sus rivales más poderosos, Bo Xilai y Zhou Yongkang.

La incertidumbre política de los movimientos de Xi hace que sean difíciles de predecir las respuestas a las provocaciones de Trump. Los legisladores probablemente harán cálculos políticos en lugar de económicos para tomar decisiones.

China también sufre contradicciones internas con sus ambiciones globales económicas. La censura de Internet mantiene el control comunista pero ahoga el intercambio creativo de ideas cruciales para los avances tecnológicos.

La política china de un hijo ha llevado a desastres demográficos. Por un lado, el crecimiento en la población trabajadora es pequeño, lo que afecta a la expansión económica. Por otro, la preferencia cultural por hijos varones ha llevado a que haya 20 millones de hombres en sus veinte y treinta sin posibilidad de matrimonio.

Esta mezcla de problemas perjudica al desarrollo económico de China y podría actuar como efecto multiplicador de las presiones externas, llevando a un desastre social.

Inestabilidad geopolítica

Todos estos problemas con China y las políticas de Trump no son nada comparados con el giro de Trump hacia Rusia.

Entre 1946 y 1989, Rusia y Estados Unidos controlaban el mundo. China era potencialmente poderosa pero también era débil, pobre, caótica y aislada.

Desde 1989, emergió un mundo tripartito con Rusia, China y Estados Unidos. La meta estratégica en un juego de tres es aliarse con uno de los otros dos en contra del tercero. Rusia y Estados Unidos mantenían relaciones cercanas hasta el punto en que "expertos" estadounidenses diseñaron gran parte de la infraestructura financiera y legal de Rusia.

China sobraba después de la violenta supresión de las manifestaciones en Tiananmen Square (NYSE:SQ) en 1989. Fue en esta etapa cuando China ejecutó su primera maxi-devaluación. El tipo de cambio USD/CNY pasó de 5,7 a 8,7 casi de la noche a la mañana en 1994. También durante este período China perfeccionó la bestia manufacturera y las redes de transporte que llevaron a su éxito exportador, sus masivas reservas y su crecimiento económico sin precedentes.

Todo cambió en el año 2000. Estados Unidos se alejó de Rusia y se acercó a China. La elección de Vladimir Putin en 2000 incluyó una aserción de nacionalismo ruso, incluyendo reclamos territoriales en la periferia rusa de Georgia, Ucrania, Moldava y los países Bálticos.

Mientras, el poderío manufacturero chino y su disposición para comprar bonos estadounidenses convirtieron a China en el socio comercial ideal para Estados Unidos. Rusia pasó a ser el que sobraba.

En 2009, la administración Obama no notó que Rusia y China jugaban su propia versión del juego con Estados Unidos como el sobrante. La cooperación rusa-china se expandió a iniciativas como la Shanghai Cooperation Organization, las instituciones de los BRICS y los acuerdos bilaterales de intercambio de moneda, petróleo, gas natural, entre otros.

Obama era complaciente por las compras chinas de la deuda del Tesoro aun cuando la manipulación de divisas, los subsidios comerciales y el daño a la manufactura estadounidense se intensificaron. Para 2016, las relaciones de Estados Unidos con Rusia eran malas mientras que las relaciones con China estaban en una trayectoria hacia abajo. Estados Unidos era el nuevo perdedor del juego.

Con Trump, Estados Unidos vuelve al ruedo con la promesa de mejores relaciones con Rusia y confrontación con China. Así, China empieza a ser el que sobra.

Rusia y Estados Unidos son dos de los mayores productores de energía del mundo. Con cooperación de Arabia Saudí, pueden dictar el precio global de la energía. China será presionada para cooperar en temas como el Mar de China, el programa nuclear de Corea del Norte y las relaciones con Taiwán.

A China le piden que haga concesiones que no puede hacer. Pekín mira a Taiwán como parte integral de China, una "provincia", no una entidad política separada. La posición china sobre Taiwán no es negociable.

Lo mismo ocurre con el control del Mar de China. Esa parte es rica en pescado que necesita China para alimentar a su gente, y no está dispuesta a compartir con Vietnam y Filipinas. Es cuestión de tiempo que haya una mayor confrontación armada allí.

China podría ayudar con el programa nuclear de Corea del Norte, pero teme que ésta abra su frontera con China y permita a millones de ciudadanos norcoreanos escapar como refugiados. Habría una desestabilización económica y social en Manchuria.

El prospecto para las relaciones entre China y Estados Unidos es pobre. Esto empeorará las relaciones económicas entre las dos economías más grandes del mundo, y las consecuencias para la cartera del inversor individual pueden ser impredecibles.

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