Paciencia y retraso de gratificación: La clave de ganar a largo plazo

 | 09.11.2023 10:26

  • La prueba del malvavisco se diseñó para evaluar el autocontrol de los niños y su capacidad para retrasar la gratificación

  • Pero es una prueba que los inversionistas actuales han suspendido estrepitosamente, favoreciendo los rendimientos a corto plazo frente a los de largo plazo

  • Los mercados financieros son como la prueba del malvavisco: si retrasas la gratificación, tus inversiones prosperarán

  • ¿Ha oído hablar alguna vez de la prueba del malvavisco?

    Diseñado inicialmente para un público juvenil, el test debutó en la Universidad de Stanford en los años 80 con un objetivo fundamental: medir la capacidad de un niño para ejercer el autocontrol retrasando la gratificación inmediata a cambio de una recompensa más significativa en el futuro.

    La mecánica de la prueba era sencilla: los niños podían elegir entre consumir un malvavisco inmediatamente o esperar 15 minutos para recibir dos. Los que optaban por el consumo instantáneo podían hacer sonar una campana antes de los 15 minutos, perdiendo así el segundo malvavisco.

    Sorprendentemente, los resultados a lo largo del tiempo revelaron que los niños que mostraban paciencia y renunciaban a las ganancias a corto plazo en favor de las recompensas diferidas tendían a obtener mejores resultados en la universidad y a desarrollar una mayor autoestima.
    ¿Qué relevancia tiene esta prueba para los inversionistas actuales?

    Aplicando la prueba del malvavisco a los mercados financieros, uno se pregunta: ¿cómo les iría a los inversionistas en un escenario similar? Por desgracia, muchos inversionistas se parecen al niño que opta por el consumo inmediato, sacrificando los beneficios potenciales a largo plazo. Esta analogía lleva a reflexionar sobre la frecuencia con que los inversionistas, atraídos por las ganancias a corto plazo, ponen en peligro los sustanciosos rendimientos que ofrece el mercado bursátil.

    Pensemos en los casos en que los inversionistas compran acciones para venderlas en un plazo de 3 a 6 meses, olvidando las ventajas de un horizonte de inversión de 8 a 10 años. Este comportamiento socava el rendimiento individual en relación con el mercado y obstaculiza la captación de todo el espectro de oportunidades que presentan las distintas clases de activos.

    La siguiente ilustración muestra el marcado contraste entre las ofertas del mercado (representadas en columnas rojas) y los rendimientos del inversor medio durante un periodo de 20 años (representados en gris).