La paradoja de los bancos centrales y la nueva crisis

 | 18.02.2019 07:16

A lo largo del siglo pasado y lo que va de este, los bancos centrales han jugado un papel crucial en el (des)control de la inflación y, por ende, en las economías de sus países. A estas instituciones se les confirió una misión tan particular como paradójica: preservar el poder adquisitivo del dinero y, para ello, recurren a una de sus herramientas de política monetaria: el ajuste (manipulación) de las tasas de interés.

Estos bancos centrales tienen una gran influencia en los mercados porque, dice la teoría, pueden regular el costo del dinero prestado y, de esa manera, contener la inflación. El razonamiento es que si ésta sube, un aumento a la tasa de referencia inhibiría la demanda y los precios bajarán o perderán presión al alza. Si se quiere estimular la economía, bajan las tasas para que las empresas y las personas tomen créditos más baratos y se “impulse” el crecimiento.

Economistas críticos, como los de la Escuela Austríaca, cuestionamos severamente la manipulación que hacen los bancos centrales del más importante de los precios (la tasa de interés), pues el mercado por sí mismo tiene la capacidad de ajustarse según aumente o disminuya la oferta de ahorro, piedra angular del crédito. Manipular cualquier mercado tiene efectos negativos, y el más importante de ellos, tiene peores consecuencias de las que se pretende evitar.

El punto aquí es que bajo la lógica intervencionista con la que se maneja, la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, el banco central más influyente del mundo, actuó tras el estallido de la crisis financiera de 2008 y que trajo la Gran Recesión. La Fed deprimió las tasas de interés a niveles de cero por casi diez años (las más bajas de la historia) y, además, lanzó tres rondas de flexibilización cuantitativa (QE, por sus siglas en inglés) para inyectar liquidez al mercado.

No obstante, diez años después vemos que el mundo se acerca a otra desaceleración, en el mejor de los casos, y a una recesión en el peor. Y estamos en esta situación precisamente por las políticas de los bancos centrales.

¿Cómo llegamos a esto? Desde hace casi un siglo, economistas y bancos centrales han ignorado una paradoja que demuestra que la política monetaria tiene una influencia mucho menor de lo que se cree en las tasas de interés y en los precios y, por el contrario, distorsiona los mercados.

Alasdair Macleod, jefe de investigación para GoldMoney, desmonta en un estupendo artículo el gran mito sobre los bancos centrales y su política para administrar el costo del dinero. “Si la demanda de dinero y crédito puede ser regulada por las tasas de interés, entonces debería existir una correlación negativa precisamente entre las tasas de interés oficiales y la cantidad de dinero y crédito disponible.”

Obtenga la app
Únase a los millones de personas que se mantienen al tanto de los mercados financieros mundiales con Investing.com.
Descargar

Macleod demuestra precisamente en la siguiente gráfica que no existe una correlación, pues la oferta monetaria (M3) en Estados Unidos siempre aumentó sin importar los movimientos en las tasas de interés de la Fed.