Italia: Su nuevo gobierno supondrá un quebradero de cabeza para el euro

 | 22.05.2018 10:44

Italia ha sido, desde siempre, un quebradero de cabeza para Europa. La causa está en una deuda excesiva que siempre ha rebasado los criterios establecidos por sus socios europeos. Y así ha ido desde la misma creación del euro: Italia nunca cumplió con la regla de Maastricht de un techo para la deuda pública del 60% del PIB. Pero con el fin de que la tercera economía de la zona euro entrara en la moneda única, se relajó el criterio: se le permitió que se adhiriera a la Eurozona bajo la condición de que recondujera su nivel de deuda al límite establecido a un ritmo satisfactorio mediante un plan creíble de austeridad.

Sin embargo, las demandas de que hiciera esfuerzos fiscales para recortar su colosal deuda han caído en saco roto. Y no porque no lo intentara, sino porque la tarea era una utopía: Italia ha perdido su antaño lustre de potencia industrial y lleva ya muchos años con ritmos de expansión económica pírricos. Y sin crecimiento, con un desempleo estructuralmente alto y con un elevado gasto en pensiones debido a una población envejecida, es muy difícil intentar recortar la deuda pública. Italia es, junto con Japón, el mejor ejemplo en las economías desarrolladas de eso que llaman “estancamiento secular”.

La crisis económica de 2008-2009 sumió al país en otra etapa de postración que lo único que hizo fue agravar la situación de la deuda, que actualmente representa más de un 130% del PIB, y añadió dos problemas más: uno, colocó a la banca italiana en una posición muy debilitada, cerca de la bancarrota, con muchos activos tóxicos en su hoja de balance; y dos, provocó una recesión que generó más descontento e irritación social.

La economía italiana es aún un 5.5% más pequeña en relación a sus niveles precios a la crisis de 2009, siendo la única economía del G7 que aún no ha logrado regresar a los niveles de pre-crisis. En medio de la crisis social, se han fortalecido dos partidos populistas que han capitalizado todo ese malestar. Uno de ellos es el Movimiento 5 Estrellas, un partido que emergió en 2009, a raíz de la crisis, y que es algo así como el Syriza de Alexis Tsipras en Grecia, o el Podemos de España, y que lidera un famoso cómico del país, Beppe Grillo. El otro es un viejo conocido: la Liga Norte, un partido de ultraderecha principios de los noventa, xenófobo y euroescéptico. Ahora ambos partidos se han aliado para formar gobierno con un programa común que se salta las reglas europeas. En lo social, pretenden expulsar a hasta 500,000 inmigrantes irregulares y atacan a las ONG que, según ellos, fomentan el “negocio de la inmigración”, lo que significa un triunfo para la Liga. Pero en el ámbito económico, que es donde miran los mercados, están dispuestos a hacer caso omiso a las demandas de sus socios europeos. Están dispuestos a gastar y generar más deuda para reactivar la economía y mejorar la calidad de vida de los italianos. En ese sentido,¿ proponen una rebaja de impuestos con una tasa impositiva única, que para las familias sería de entre el 15% y el 20% y para las empresas del 15%; una renta básica a la ciudadanía de 780 euros mensuales (algo así como 18,000 pesos); bajadas de impuestos sobre la gasolina e ideas tan excéntricas como subvencionar las guarderías, pero solo para los italianos. Esos planes de recorte de impuestos y mayor gasto social no tienen ninguna base de financiamiento, lo que derivará en déficits fiscales más amplios y una mayor deuda.

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Por tanto, aunque han borrado de su programa de gobierno las ideas más radicales como eliminar los 250,000 millones de euros que el Banco Central Europeo posee de deuda italiana como resultado de su programa de compra de activos, o plantear un mecanismo para salir de Europa y regresar a una Italia anterior a Maastricht, con la lira italiana de nuevo campando, sí supone una indisciplina respecto a las exigencias europeas de un mayor rigor en el manejo de las cuentas públicas.

Todo parece indicar, por tanto, que un nuevo capítulo de la crisis europea se cierne sobre el viejo continente. Después de la saga protagonizada por Atenas, la del “Brexit”, o la amenaza secesionista de Cataluña, la siguiente tendrá a su protagonista en Roma. La estrategia de saltarse las reglas europeas para alivianar los sacrificios de la ciudadanía no es nueva. Lo intentó Syriza en Grecia, pero su nivel de deuda, aunque muy elevada en términos de su PIB nacional (en torno a un 180%) era relativamente pequeña respecto al total europeo, y su poder de negociación se vio mermada. Al final, ante la amenaza de Bruselas de ser expulsada de Europa, el país heleno apechugó y aceptó la receta económica impuesta por los socios, y que fue lo opuesto a lo prometido por Syriza en campapa: subida de impuestos, recorte de gasto, reforma de pensiones, superávits primarios, etc. El resultado ha sido una economía depauperada, cuyo tamaño es un 25% más pequeña que en el 2008, en tanto el nivel de deuda sigue siendo colosal.

Italia, ahora, quiere también brincarse las normas de disciplina europeas: la expansión fiscal servirá para impulsar un crecimiento económico que en los últimos veinte años raramente ha rebasado el 1%, y ese mayor dinamismo económico contribuirá a reducir la deuda. Con la diferencia de que su amenaza de salirse de Europa, dado el tamaño de su deuda, de 2.3 billones de euros, la tercera más abultada en términos nominales después de la de Estados Unidos y Japón, generaría una verdadera convulsión en toda la región. A Grecia se la podía expulsar y absorber el daño. A Italia, no. La confrontación está servida, así como los nuevos interrogantes sobre el futuro de la Eurozona.

Y el mercado ya lo está pagando. La tasa de 10 años se ha disparado de niveles cercanos a 1.75% hace un mes a un cierre de 2.23% el viernes pasado, un incremento de casi 50 puntos base (pbs), y la tasa más elevada en casi un año. Eso ha significado un sustancial deterioro en la percepción de riesgo de Italia. Por ejemplo, Italia está pagando por su deuda 75 pbs más de lo que remunera España, un país con el que tiende a comparársele, cuando a inicios de mes ese diferencial no llegaba a 50 pbs. Con respecto a Alemania, la tasa libre de riesgo de referencia en Europa, el diferencial se ha trepado a 165 pbs comparado con 120 pbs a principios de mayo. Por otro lado, la bolsa italiana se hundió casi un 3.0% la semana pasada arrastrada por la banca: Monte de Paschi di Siena se desplomó un 11.9% luego de que el nuevo gobierno prometa revisar el plan de rescate del banco más antiguo del mundo. Pero Unicredit (MI:CRDI) se despeñó un 9.6%, Unione di Banche Italiane un 10.8% e Intesa Sanpaolo (MI:ISP) un 4.6%. El euro también se ha resentido, y se deprimió la semana pasada un 1.3% a 1.1787 dólares el euro, su nivel más débil desde finales del año pasado.

Las crisis italianas, por lo que representan para la Eurozona, suelen ser bastante más graves que las demás. El episodio de 2012, cuando el presidente italiano del BCE, Mario Draghi, desactivó la crisis de la deuda soberana diciendo aquello de que “haría todo lo que fuera necesario para salvar al euro” nos lo recuerda. Pues bien, la nueva coalición de gobierno en Italia pone en bandeja otra potencial crisis para la Eurozona.

INFOGRAFÍA

Italia siempre ha sido un quebradero de cabeza para Europa debido a su colosal deuda. Ni siquiera cuando se creó el euro cumplió con el objetivo de un tope de deuda de 60% del PIB. Pero además, nunca ha logrado acercarse a ese objetivo. Con la crisis económica de 2008, el problema de la deuda se agravó y se elevó hasta su actual nivel de 132% del PIB, el segundo más alto de la Europa después de Grecia...